Para los personajes hermosos que han protagonizado cada acto de esta loca capitalina vida… para que nombrarlos, si saben que me refiero a ustedes…jajaJAjaja…me detendría en uno… mmmm peroooo podría dedicarle otra publicación para él mejor (auch! me sonroje….jajaja). Bueno todos ustedes, amigos, conocidos, naranjos, verdes, rosados, azules, chascones, peinados, cristianos, religiosos, alocados, apaciguados, enamorados, emborrachados, acalorados, llorones, embarazados, estresados, relajados, negativos, positivos, enchulados, renovados…. etc, etc, etc… Les dedico un feo perro de plástico (que conste es el perro enterito, no sólo su poto)…

sábado, 28 de agosto de 2010

Reflexión de profe



Hace algunos días una profesora nos comentó lo importante que era ser profesionales y hacernos notar como tal, estar siempre adecuadamente vestidos y ordenados; además de cuidar el orden de nuestras pertenencias, el vocabulario que utilizamos y como nos comportamos frente a los apoderados y alumnos. Esto toma suma importancia si pensamos en como la pedagogía a dejado de ser vista como una profesión importante, para pasar a ser una servicio como cuidador a cargo de las tías de la escuela. Por supuesto que esto se ve de la misma manera en todas partes, sin embargo, no podemos negar la realidad de que formamos parte de una cantidad de profesionales horriblemente remunerados y delegados a la ejecución de lo que otros piensan o creen mejor para la educación. Lamentablemente nosotros hemos visto como esto sucede y no hemos tenido la valentía necesaria para detener esta vertiginosa transformación de la educación, que no le ha dado el rol de intervención adecuado a los expertos, o sea los profesores.

Al analizar las Cartas a quien pretende enseñar, escritas por Paulo Freire, me produce un llamado de atención tremendo a salir del conformismo y sumisión absoluta a las demandas implantadas por “los otros”. No se trata de ser soberbios, pero creo que es necesario que nos formemos confiados en la gran capacidad que tenemos para transformar el lugar donde nos toque ejercer nuestra práctica pedagógica; debemos conservar la esperanza reveladora de que el nivel de impacto que tengamos en nuestros alumnos transciende sus propias vidas y puede llegar a ser un una apertura a la reflexión familiar y a la búsqueda de justicia dentro de sus diversos contextos. Tampoco se trata de cambiar el mundo, pero si luchar por un vivir más justo diariamente.

Todo lo anterior no se logra simplemente con un discurso bonito, sino que realmente puede hacerse concreto en la medida que nuestra forma de vivir sea coherente con nuestro discurso. Es necesario para esto que nos formemos con una conciencia crítica, lo cual no es algo que naturalmente venga en nuestros genes, por lo que diariamente debemos intentar ser educadores que conmuevan la vida de sus alumnos, que logren transmitir sed por la reflexión y aprendizaje concientizador.

Para esto debemos ser humildes, en ningún momento podemos despreciar a aquellos que requieren

de nuestra ayuda, muy por el contrario, debemos saber escuchar sin prejuicios a nuestros apoderados y alumnos para poder ejercer una democracia participativa que involucre todas las partes mancomunadas en la escuela. Sólo puedo lograr lo anterior a medida de que me conozco a mismo, que puedo ser transparente en mi manera de pensar y llevar a cabo mis deseos. Sólo cuando me reconozco como un ser emocionalmente consiente, puedo dignificar a las personas que me rodean y respetarlas como a mi misma.

Un profesor debe amar a tal punto su vocación, que pueda enfrentar las desigualdades o las carencias que vive en su trabajo, sin que estas afecten el trato con sus alumnos negándoles la entrega de una excelente pedagogía. Un pedagogo que trabaja con amor a la educación, no puede desquitarse con una mala labor profesional, por los maltratos o humillaciones a las que se pueda enfrentar continuamente.

No cualquiera puede ser profesor, muchos pueden llegar a denominarse con este título, pero en realidad para ser pedagogo hoy en día se necesita de una tremenda valentía para luchar contra todo lo que imposibilita la construcción de aprendizaje. Ser valientes también significa buscar con intriga y curiosidad nuevas metodologías que puedan llevar a nuestros alumnos a un viaje de reencuentro y reconciliación con la educación, los sueños y la cultura.

Ser profesor es mucho más que pasar cinco años por la universidad, por eso hoy es necesario que formemos el profesional que seremos y modificaremos continuamente; pero es nuestra esencia amorosa y luchadora la que nos conducirá a ser los agentes de cambios que esta sociedad necesita.